“¡Hola! Mis padres humanos siempre dicen que lo primero, cuando llegas a un sitio nuevo, es presentarse, así que allá voy: me llamo Mika y tengo 19 añazos, cuatro patas, dos súper orejas y un montonazo de pelo 🙂
Dentro de poco cumplo los 20… guau, cómo suena eso… Cada vez que oigo a alguien hablar de mi edad noto que la cara de mis papis cambia un poco. Creo que se sienten muy orgullosos por mí y por haberme cuidado tan bien todos estos años; pero a la vez distingo cierta tristeza y no lo acabo de entender.
¿Tristeza? ¿¡Por qué!? ¿Por haber pasado toda una vida junto a ellos, aprendiendo, disfrutando, corriendo, jugando… viviendo? Es verdad que en los últimos años he tenido (y tengo) algunos achaques propios de mi edad pero, ¡soy una abuelita muy sexy! Y lo más importante, feliz, muy feliz.
En mis paseos matutinos (que no he dejado de practicar cada día) sigo levantando pasiones. Está mal que yo lo diga pero, ¡a ver quién se resiste a esta cara guapa! Y es que desde que tengo uso de razón mis papis se han preocupado por mi salud: la comida que me dan, revisiones periódicas, ejercicio, mimos… Y eso se nota.
Además, en los últimos años mis amiguetes (después de tanto tiempo, permitidme que les llame así) del veterinario les han hablado de cosas como los antioxidantes, una luz muy chuli que llaman “láser” o la acupuntura. Eso último son unas «agujitas» que me dieron un poco de yuyu la primera vez que las vi acercarse a mí… pero, ¡jolín! ¡Qué bien me sentí (y me siento) después de una sesión!
Creo que hablar de mi edad, decir que soy una perra mayor (bueno, llena de experiencia ;)), no gusta demasiado en mi casa pero, ¡oye! todos nos hacemos mayores y eso es lo bonito. Eso quiere decir que hemos vivido. También es verdad que es muy importante cómo hemos vivido y saber que, si hemos llegado hasta aquí, es porque algo hemos hecho bien; y nuestro deber es seguir haciéndolo.
Desde aquí quiero mandar un lametazo, de esos que tanto me gusta dar, a los chic@s del vete. Sé que ellos también están orgullosos de mí. Y por supuesto, a vosotros, papis, muchas gracias por todo. Sé que algún día llegará el día, el temido día, pero no le tengo miedo. Así es la vida, esa que he vivido con tanta intensidad y que tantos buenos momentos nos ha dado. Sentíos orgullosos de mí, de esta abuela cabezona y llena de amor (y guapura) al igual que yo lo estoy de vosotros y de todo lo que habéis hecho por mí.»